El asturiano de rostro nudoso, mirada penetrante y brazos recios que nos observa desde la portada nació en Soto de Ribera un 18 de julio de 1906 y fue asentado con el nombre de Baldomero Fernández Ladreda. Por su valentía y determinación, este modesto forjador y anónimo militante comunista experimentó durante la Guerra Civl en Asturias una meteórica ascensión en el escalafón del Ejército Popular, pasando en tres meses de milicaino a mayor de brigada, grado asimilado al de general. Por sus méritos en los frentes de batalla asumió durante la posguerra la condición de cabecilla de los fugaos que sobrevivían por los montes y faro que iluminaba la esperanza de los antifranquistas que no consideraban la derrota consumada, lo que le elevó a la categoría de héroe legendario. Cuando se encontraba al frente de esta exigua pero voluntariosa hueste y en el apogeo de su reconocimiento personal, colisionó con la organización política a la que pertenecía, el PCE, cuya dirección exiliada no toleraba el menor atisbo de indisciplina en la militancia del interior. De proletario modélico y resistente ejemplar, devino en caudillista altanero e, incluso, abyecto delator, pasando así a engrosar el ominoso pelotón de los traidores a la causa obrera. A pesar de su ejecución mediante garrote vil el 15 de noviembre de 1947, su apellido fue utilizado desde entonces para caracterizar la más execrable actitud del comunista: la del que se rebela contra su Partido y su propia clase. Para despojar su recuerdo de esta loza de vileza y analizar el ladredismo en su contexto histórico, así como evocar la dramática peripecia de los clandestinos asturianos de los años cuarenta, se ha escrito este libro.
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