Henrik Ibsen (1828-1906) nació en Noruega, en un medio en el que imperaba una moral estrecha de miras, una vigencia desesperante de la superstición y del miedo. Todo a su alrededor era considerado pecado, todo merecía un reproche, una advertencia sobre el posible mal que podría acarrear cualquier acción que se emprendiera. Por eso sus personajes no se contentan con vivir la vida cotidiana, necesitan un proyecto que realizar aunque éste sobrepase sus fuerzas y les haga sentirse solos, incomprendidos e incluso derrotados, pero orgullosos por haberse aventurado a conseguirlo.En «Casa de muñecas» y «El pato salvaje» plantea Ibsen la tragedia de la mentira vital. Nora Helmer, en «Casa de muñecas», es una joven que ha sido educada para llevar una venda en los ojos y servir de juguete primero a su padre y luego a su marido. Cuando la venda cae, Nora comienza a ser «alguien». Gregorio Werle, en «El pato salvaje», concibe un proyecto para poner al descubierto a unos seres hipócritas, egoístas e indignos, aunque entre ellos se encuentre su propio padre.
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